MI TIERRA AREQUIPA
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“Arequipa celebrará sus 478 años de la fundación española,
con la misma algarabía de siempre. Esta 14 de agosto será la serenata y el día
15 el gran corso por las principales calles de la ciudad. Desfilarán 50 carros
alegóricos y habrá 43 danzas folclóricas incluyendo la danza de la cosecha del
arroz y la pesca del camarón.” |
Está ubicado al suroeste del Perú, frente al Océano Pacifico con 527 kilómetros de
litoral. Debido a esa ubicación, es el centro comercial de la zona sur del
país, que incluye los departamentos de Apurímac, Cusco, Madre de Dios,
Moquegua, Puno y Tacna. Es parte del corredor turístico del sur peruano, lo que
significa que está interconectado con el 40% del país, y encaramado sobre un
repecho o cuesta en la Cordillera de los Andes. Limita al noreste con Ica y Ayacucho; por el norte, con Apurimac y Cuzco; por el este, con Moquegua y Puno; por el sudoeste, con el Océano Pacífico.
El departamento de Arequipa queda a
mil kilómetros al sur de Lima, después de Ica. Tiene ocho provincias, tres de
ellas bañadas por el Océano Pacífico: Caravelí, Camaná e Islay. Las otras cinco
provincias, La Unión, Condesuyo, Castilla, Caylloma y Arequipa capital están
situadas en la Sierra peruana, rodeadas por la Cordillera de los Andes. Es la
segunda ciudad más importante del Perú y tiene, aproximadamente, un millón de
habitantes. El clima es de lo más agradable la mayor parte del año, cálido y
seco, con mucho sol y un envidiable cielo azul.
Arequipa, o "La Ciudad
Blanca", capital de departamento, por el predominio en sus construcciones
de la piedra sillar, ofrece al turista grandes muestras de su variada
arquitectura, como templos, conventos, monasterios y el famosísimo Convento de
Santa Catalina que data de 1580, así como gran cantidad de casonas señoriales. Su
campiña es de gran belleza, igual que los pueblos aledaños como Cayma, Carmen
Alto, Yanahuara y Characato, donde existe un observatorio. Tiene como fondo al
imponente y bello cono volcánico del Misti.
El Cañón del Colca, ubicado en la
Provincia de Cailloma, tiene más de 100 km de largo, y su profundización se
inicia varios kilómetros después de Chivay, llegando al punto más profundo a
3400 mts. Se le considera el más profundo del mundo. La zona del Colca es muy
apropiada para la práctica del turismo de aventura (canotaje, kayak, tracking).
La Reserva de Aguada Blanca es una de las principales reservas para la
reproducción de la vicuña, esbelto camélido americano que posee el pelo más
fino para tejidos de gran calidad.
Es verdad
que la ciudad ha cambiado. La famosa campiña, donde las familias iban a pasar
sus domingos al pie del río, bajo la sombra de un sauce, prácticamente ha
desaparecido. Salvo el centro histórico, sus monumentos y las antiguas calles
de los barrios tradicionales como San Lázaro, Antiquilla o Yanahuara, que aún
conservan su aire bucólico, nos permiten recordar lo que fue hace apenas 50
años.
Sin
embargo, la memoria de los colores, el blanco sillar, por ejemplo, los olores
como el aroma de la papayita arequipeña en el mercado San Camilo o los sabores
como los alfajores de miel que se vendían en las pequeñas tiendas de abarrotes
en la Antiquilla y por supuesto el refrescante queso helado en las bateas de
acero congelado por el hielo, nos vuelve a hacer querer esta tierra. Otra
memoria recurrente es el aroma del pan de tres puntas de Ripacha, la panadería
del barrio de San Lázaro, a la hora del té. Recuerdo la tienda con techo abovedado y claraboya de
la primera cuadra de la calle Cruz Verde, donde los estudiantes que ya sabíamos
leer, alquilábamos, por una peseta, las historietas o cómics de la época.
Leíamos con fruición las aventuras de Los halcones negros,
Con la
pandilla familiar, recorríamos las chacras de maíz o cebolla de los campos
ahora urbanizados de Umacollo, descansando los pies a la orilla de una acequia
de aguas cristalinas. Mucho tiempo después de la desaparición de los
tranvías de color verde que circulaban por la ciudad, aquellos lugares si no
han desaparecido, parece que se hubieran achicado. Pero siempre es un placer
recorrer las calles de Yanahuara, recalar en una picantería, como la Nueva
Palomino, a buscar un rocoto relleno, o los domingos en la Casa del Cacique, en
la Plazuela de Cayma para comer un sabroso adobo, con los panes de tres puntas
y rematado con un té piteado con una mulita de anís Najar.
Y también
están el Convento de Santa Catalina, las casonas coloniales que ahora son
bancos, la casa de Silvia, la musa de Melgar al final del Puente Bolognesi y la
casa de María Nieves y Bustamante, la escritora arequipeña que hizo la novela
emblemática “Jorge o el hijo del pueblo”, que retrata loa avatares de los
inicios de la república.
El rocoto relleno y el chupe de camarones no son los únicos platos que componen la
riquísima comida arequipeña. Una gran variedad de potajes puede encontrarse
todavía en las pocas picanterias que quedan en la Ciudad Blanca. La antigua costumbre de ‘picantear’ es un acto que resulta
exquisito no solo para los habitantes del pueblo levantado al pie del volcán
Misti, sino también para entusiastas y curiosos turistas.
Una de las picanterías más
tradicionales es La Capitana. Aquí no se reservan mesas. Tampoco hay una carta
a través de la cual se puedan escoger los platos. Apenas se observan unos
carteles escritos con plumón colgados en las paredes de sillar que se iluminan
con la luz del sol que atraviesa el techo de paja y calamina. Los comensales
comparten las enormes mesas sin conocerse, el tiempo de espera invita a
conversar.
En tanto, en el distrito de
Sachaca, detrás del mirador, está la picantería La Lucila, dirigida todavía por
su propietaria, doña Lucila Salas viuda de Ballón, de 95 años. Ella está a la
cabeza de la cocina, la misma donde aprendió de las manos expertas de su madre
y su tía.
Como ocurría hace 100 años,
en esta picantería aún se prepara en batán de piedra el llatán (ají con
huacatay), así como la mayoría de aderezos utilizados en los platos
tradicionales de la región sureña. También se puede ver a los cuyes correteando
por debajo de la mesa y en medio de las tinajas de chicha. La comida se prepara
exclusivamente con leña.
En La Lucila el plato
estrella es el cuy chactado, pero también se puede comer el celador,
cebiche, escoltado de camarones, niños envueltos o cubierto de camarones. A
estos potajes doña Lucila los acompaña con zarza de charqui, de sencas, de
patas o de tolinas. A los memorables caldos como el chaque, el chairo o la
chochoca, doña Lucila les agrega algunas sustancias derivadas de choca (ave
andina), como se preparaba antiguamente.
La época de lluvia es de enero a
marzo. En la noche baja la temperatura, pero cuando te abrigas bien es
suficiente, al menos para mí. Arequipa-capital queda a 2230 metros sobre el
nivel del mar, sin embargo, la altura no se siente, por lo menos yo no la sentí
en ningún momento. La famosa "Ciudad Blanca"
es llamada así por sus construcciones en sillar blanco, piedra noble que da una
bella imagen a toda la ciudad. Traía conmigo algunos prejuicios por el supuesto
carácter vanidoso y displicente de los arequipeños, nada más lejano de la
realidad.
Por Arequipa, los Incas descendieron a la región Yunga
en busca de nuevas conquistas. En las faldas del Volcán Misti los
conquistadores españoles encabezados por Manuel de Carbajal fundaron la Ciudad
de Arequipa. En la Época Republicana ocurrieron aquí memorables revoluciones
como las de Ramón Castilla, Mariano Prado, Nicolás de Piérola, Sánchez Cerro y
otras por los que han sido llamados "caudillos colectivos". Arequipa
se ha convertido en el centro del complejo económico del sur del Perú y es uno
de los departamentos productores de leche más importantes del País.
Arequipa, o "La Ciudad
Blanca", capital de departamento, por el predominio en sus construcciones
de la piedra sillar, ofrece al turista grandes muestras de su variada
arquitectura, como templos, conventos, monasterios y el famosísimo Convento de
Santa Catalina que data de 1580, así como gran cantidad de casonas señoriales. Su
campiña es de gran belleza, igual que los pueblos aledaños como Cayma, Carmen
Alto, Yanahuara y Characato, donde existe un observatorio. Tiene como fondo al
imponente y bello cono volcánico del Misti.
El Cañón del Colca, ubicado en la
Provincia de Cailloma, tiene más de 100 km de largo, y su profundización se
inicia varios kilómetros después de Chivay, llegando al punto más profundo a
3400 mts. Se le considera el más profundo del mundo. La zona del Colca es muy
apropiada para la práctica del turismo de aventura (canotaje, kayak, tracking).
La Reserva de Aguada Blanca es una de las principales reservas para la
reproducción de la vicuña, esbelto camélido americano que posee el pelo más
fino para tejidos de gran calidad.
Es verdad
que la ciudad ha cambiado. La famosa campiña, donde las familias iban a pasar
sus domingos al pie del río, bajo la sombra de un sauce, prácticamente ha
desaparecido. Salvo el centro histórico, sus monumentos y las antiguas calles
de los barrios tradicionales como San Lázaro, Antiquilla o Yanahuara, que aún
conservan su aire bucólico, nos permiten recordar lo que fue hace apenas 50
años.
Sin
embargo, la memoria de los colores, el blanco sillar, por ejemplo, los olores
como el aroma de la papayita arequipeña en el mercado San Camilo o los sabores
como los alfajores de miel que se vendían en las pequeñas tiendas de abarrotes
en la Antiquilla y por supuesto el refrescante queso helado en las bateas de
acero congelado por el hielo, nos vuelve a hacer querer esta tierra. Otra
memoria recurrente es el aroma del pan de tres puntas de Ripacha, la panadería
del barrio de San Lázaro, a la hora del té. Recuerdo la tienda con techo abovedado y claraboya de
la primera cuadra de la calle Cruz Verde, donde los estudiantes que ya sabíamos
leer, alquilábamos, por una peseta, las historietas o cómics de la época.
Leíamos con fruición las aventuras de Los halcones negros,
Con la
pandilla familiar, recorríamos las chacras de maíz o cebolla de los campos
ahora urbanizados de Umacollo, descansando los pies a la orilla de una acequia
de aguas cristalinas. Mucho tiempo después de la desaparición de los
tranvías de color verde que circulaban por la ciudad, aquellos lugares si no
han desaparecido, parece que se hubieran achicado. Pero siempre es un placer
recorrer las calles de Yanahuara, recalar en una picantería, como la Nueva
Palomino, a buscar un rocoto relleno, o los domingos en la Casa del Cacique, en
la Plazuela de Cayma para comer un sabroso adobo, con los panes de tres puntas
y rematado con un té piteado con una mulita de anís Najar.
Y también
están el Convento de Santa Catalina, las casonas coloniales que ahora son
bancos, la casa de Silvia, la musa de Melgar al final del Puente Bolognesi y la
casa de María Nieves y Bustamante, la escritora arequipeña que hizo la novela
emblemática “Jorge o el hijo del pueblo”, que retrata loa avatares de los
inicios de la república.
El rocoto relleno y el chupe de camarones no son los únicos platos que componen la
riquísima comida arequipeña. Una gran variedad de potajes puede encontrarse
todavía en las pocas picanterias que quedan en la Ciudad Blanca. La antigua costumbre de ‘picantear’ es un acto que resulta
exquisito no solo para los habitantes del pueblo levantado al pie del volcán
Misti, sino también para entusiastas y curiosos turistas.
Una de las picanterías más
tradicionales es La Capitana. Aquí no se reservan mesas. Tampoco hay una carta
a través de la cual se puedan escoger los platos. Apenas se observan unos
carteles escritos con plumón colgados en las paredes de sillar que se iluminan
con la luz del sol que atraviesa el techo de paja y calamina. Los comensales
comparten las enormes mesas sin conocerse, el tiempo de espera invita a
conversar.
En tanto, en el distrito de
Sachaca, detrás del mirador, está la picantería La Lucila, dirigida todavía por
su propietaria, doña Lucila Salas viuda de Ballón, de 95 años. Ella está a la
cabeza de la cocina, la misma donde aprendió de las manos expertas de su madre
y su tía. Como ocurría hace 100 años,
en esta picantería aún se prepara en batán de piedra el llatán (ají con
huacatay), así como la mayoría de aderezos utilizados en los platos
tradicionales de la región sureña. También se puede ver a los cuyes correteando
por debajo de la mesa y en medio de las tinajas de chicha. La comida se prepara
exclusivamente con leña.
En La Lucila el plato
estrella es el cuy chactado, pero también se puede comer el celador,
cebiche, escoltado de camarones, niños envueltos o cubierto de camarones. A
estos potajes doña Lucila los acompaña con zarza de charqui, de sencas, de
patas o de tolinas. A los memorables caldos como el chaque, el chairo o la
chochoca, doña Lucila les agrega algunas sustancias derivadas de choca (ave
andina), como se preparaba antiguamente.
A ritmo del carnaval de Arequipa, Montonero, Wititi,
Camile y otras danzas el público arequipeño vive sus fiestas con el desarrollo
de actividades artísticas y culturales que se inicia siempre el primero de
agosto de cada año. Los turistas también participan
del pasacalle, ellos no duraron en bailar junto a los participantes las alegres
danzas de la región Arequipa. El corso se da inició a las 10:30 horas con la
participación de 43 delegaciones provenientes de las provincias de Castilla,
Caylloma, Condesuyo, Caravelí, Camaná, Islay y La Unión.
Delegaciones
de los distritos de la provincia de Arequipa también participan del corso organizado
por el gobierno regional, entidad que en esta oportunidad premiará a las
delegaciones de danza que ocupen los tres primeros puestos. El gobierno regional de Arequipa entregará
premios por 500,000 soles, monto que será otorgado en obras a los distritos
ganadores.
El objetivo del corso es revalorar y difundir danzas
ancestrales muchas de las cuales no son conocidas por la población. También
incentivar a las personas que asista al corso a que no pierdan esas costumbres
características de nuestra Arequipa. Enseñar a los niños y jóvenes a valorar
todas sus costumbres no sentir vergüenza de su tierra quererse tal como eres.